*Texto publicado originalmente en FILMEMagazine.mx (Febrero de 2020)
La belleza de los fotogramas de 16mm permite conocer a contraluz y bellos contrastes de personajes y apariciones, pero también el ambiente de esas ciudades, casas y espacios latinoamericanos de los años 60, que hacen que todo esté cubierto de un ambiente nostálgico y espectral.
Por Cuauhtémoc Pérez Medrano
El tango del viudo y el espejo deformante (2020) es dos y un mismo viaje. No solo por el rasgo bipartito de filmación y consumación: comenzar como una película inconclusa del fabuloso Raúl Ruiz rodada en 1967, y terminar siendo un filme palpable bajo la dirección de Valeria Sarmiento, su compañera de vida. Pensar en una trayectoria de ida y vuelta simétrica solo puede ser posible bajo esa constelación en dos tiempos, encaballado a un solo recorrido que lo llevo a desembocar como la película inaugural de la sección Forum de la Berlinale 2020.
En el emblemático Delphi Filmpalast en el occidente de la ciudad, la belleza del filme, primer largometraje de Ruiz, contrasta y se sostiene con el enorme trabajo de recuperación de sonido, obra de gente experta en la lectura de labios, y la genialidad de reescritura de un guión para encontrar los hilos sueltos erosionados por el paso natural del tiempo. El aspecto poético y desafiante del filme quizá haya sido lo motor que impulsó a Chamila Rodríguez, de la casa productora POETASTROS, a sostener un filme que vuela hacia el pasado con los aires mas sofisticados de recuperación fílmica.
La anécdota del filme parecería simple o un argumento con sólo cabida para 1967, mismo año de la publicación de Cien años de soledad (García Márquez): Un hombre no puede conciliar el sueño por culpa de un fantasma de su esposa muerta, su obsesión deja en entredicho lo que es verdad y lo que solo imaginamos. La belleza de los fotogramas de 16mm permite conocer a contraluz y bellos contrastes de personajes y apariciones, pero también el ambiente de esas ciudades, casas y espacios latinoamericanos de los años 60, que hacen que todo esté cubierto de un ambiente nostálgico y espectral. Así comienza el primer viaje, el segundo viaje es una experiencia que aloja muchos planteamientos, desde los filosóficos y literarios del regreso al origen o un tránsito hacia la degradación, hasta las maniobras técnicas de ensamblaje de audio y fotogramas que colocan ahí el punto mas álgido del filme, del tango frente a un espejo en el que nos miramos expectantes.
No sé con exactitud si fue un verso o el poema completo lo que hubo impulsado a Raúl Ruíz a configurar la primera idea de este filme. Pero me gustaría imaginar que la sentencia final sí se encuentra en estos versos nerudianos: “Cuánta sombra de la que hay en mi alma daría por recobrarte,/y qué amenazadores me parecen los nombres de los meses,/y la palabra invierno qué sonido de tambor lúgubre tiene.” Siempre y cuando esa sombra sea el cine, y los nombres de los meses, sean fotogramas, y la palabra invierno sea un viaje en el tiempo, y el tambor lúgubre sea el nombre avivado de Raúl Ruíz en boca de Valeria Sarmiento.
Para los que puede parecer obtuso, quizá necio, querer terminar postmortem la obra inconclusa de algún autor. Para ellos es este espejo deformante.
Reseña de El Tango del Viuda y el espejo deformante, estrenada en Berlinale 2020
El tango del viudo y su espejo deformante (2020, 70 mins.) Raúl Ruiz-Valeria Sarmiento, Chile
Rubén Sotoconil, Claudia Paz, Luis Alarcón, Shenda Román, Delfina Guzmán
