Una isla se define por su insularidad, vale decir, por el atributo físicamente difuso de ser parte de un lugar sin estar en dicho lugar. El tema es que, para poder entenderlo como parte de dicho lugar, antes muy seguramente alguien tendría que haberlo pensado como una zona común, reclamándolo para sí: una especie de sucursal de la propia identidad. La Isla de Pascua tiene un nombre arbitrario –como todo, quizá– y hasta cierto punto accidental; si la hubieran descubierto antes, otro gallo cantaría. Otro festejo –menos rimbombante, quizá– la hubiese bautizado.
Es irónico que a todos los enclaves que Occidente define como suyos se les adjudique una nomenclatura cristiana como denominación de origen. Así, el nombre sacro es una forma de inaugurar (bautizar) la soberanía unilateral sobre un territorio en nombre de quien llega, conferido por obra y gracia de la mediación divina. Es decir, conquisto lo que me dicen que me encomienda Dios, y en consecuencia dejo su huella en mi nuevo territorio.
Tiziana Panizza asume desde el inicio de Tierra Sola el carácter arbitrario de su reconstrucción. Viaja para conocer pero también dando a conocer su lugar en esa aproximación: soy foránea. Si hay algo que tenemos claro en los viajes, habitualmente es eso: el lugar por donde los empezamos. El origen de la tarea es, aquí, un poco accidental: en un mercado de puerto descubre películas que aluden a Rapa Nui. Y a los monolitos humanoides anclados en su tierra. Ahí también descubre que las decenas de rollos que encuentra alusivos a la temática enfatizan una cosa extraña: a quienes los filmaron les importaban menos los sujetos que habitan el lugar, que los artefactos que algunos humanos, que habitaron ese lugar, dejaron ahí. Tal vez era más sencillo filmar piedras que gente.
Tierra Sola tiene la elocuencia de un ensayo, la abstracción de un ensueño y la vaporosidad de una bruma. Y como tal, divaga en muchos planos de lectura. Cuando no flota libremente por los archivos que tomó prestados para su reescritura, escudriña en las vivencias de sujetos importantes que sólo escuchamos de oídas. Sin embargo, hay momentos en donde vuelve a la superficie: como cuando le interesa, sobretodo, documentar sucesos puntuales y presentes. Por ejemplo, la construcción y refaccionamiento de la cárcel del lugar.
Sus autoridades, mujeres gendarmes, se encargan de gestionar una aspiración institucional que sienten, por cierto, muy propia. Mientras tanto, también hay reos: no más de diez. Los visitan sus parejas y sus hijos, juegan fútbol, celebran cumpleaños. Pero de cuando en cuando se cierra la rejilla y ellos deben volver, taciturnos, al tedio cotidiano. Tiempo después nos enteramos, volviendo a los orígenes, que la Isla fue propiedad de una compañía que la utilizaba para que pastaran sus ovejas. Y que, tiempo después, la misma empresa se adueñó del lugar restringiéndolo todo. Incluso la libre circulación de quienes vivían ahí antes de la llegada de la compañía. Esta les prohibió el acceso a algunos lugares, entre ellos la playa, dejando a los sujetos enclavados a un lugar en donde no podían ni decidir sus propias trayectorias. Tentados para escapar en balsa y morir en el intento. Encarcelados en una isla que décadas más tarde se las ingenia para modernizar sus mazmorras a la usanza continental. La cárcel de otra cárcel.
El documental habla de eso y de muchas cosas más: del asedio totalitario hacia sus ancestros, del deseo de emanciparse siguiendo siendo parte y de la obstinación permanente por correr los límites de la lógica colonizante de la cual nadie puede ni logra despercudirse del todo. En alguna entrevista, la realizadora menciona que Rapa Nui es quizá Machu Picchu, un lugar que nos esforzamos por estudiar, cartografiar, fotografiar, medir y analizar, pero que más temprano que tarde nos termina por doblegar. Porque nos excede.
Tierra Sola es el intento individual, fragmentado e impreciso por acercarse a la isla desde un borde epistémico e interpretativo vigoroso y necesario. No por nada Tzvetan Todorov, en La conquista de América (1982) menciona que es necesario analizar las armas de la Conquista si es que algún día queremos detenerla. Porque la Conquista ni es ni ha sido cosa del pasado.
Por lo tanto, bienvenida sea, Tierra Sola.