“Alanis” es una trabajadora sexual que sufre la persecución de la policía, que es desalojada del departamento donde atiende a sus clientes por reclamos de los vecinos y enfrenta la violencia por el territorio en las calles, como la mayoría de las mujeres que ejercen el comercio sexual y que fueron parte de la investigación que realizó el equipo que trabajó en este falso documental, liderado por la directora argentina Anahí Berneri y que fue exhibido en Femcine 8, el Festival de Cine de Mujeres.
Pero Alanis, interpretada magistralmente por Sofía Gala, enfrenta un desafío que se suma a los distintos mecanismos de explotación (el sexual, el económico e institucional) que sufre por desarrollar su oficio: es madre del pequeño Dante de un año y medio, al cual todavía amamanta. Cuando Alanis atiende a sus clientes en el privado del barrio Once en Buenos Aires que comparte con su “tía” Gisela (una mujer mayor a la que acusan de trata con fines de explotación sexual), ella le cuida al niño y es con él que anda a cuestas cuando la policía allana el lugar y luego cuando es desalojada con lo puesto y el coche. Hasta sin pañales se quedó cuando el dueño del departamento decidió dejarla puertas afuera, a pesar de que habían pagado el alquiler.
Alanis dejó el interior para llegar a Capital Federal (la trajo un cliente) cuando ya estaba embarazada, porque no quería que en el pueblo chico donde vivía apuntaran a su niño como el “hijo de puta”. Y se las arregla ejerciendo el trabajo sexual con sus coloridos y vistosos vestidos, mientras hace mamaderas y muda a su pequeño, que la mira con ojos brillantes como el amor de su vida que es: él es su único hombre.
La película ganadora como Mejor Actriz y Mejor Directora en el Festival de San Sebastián, explora el cuerpo de Alanis en tanto sexualidad y maternidad a la vez. Es la misma mujer la que ofrece servicios sexuales a desconocidos en autos y estacionamientos, y la que cuida a su hijo y le da de mamar. Su directora desafió la supremacía del primer plano, ubicando la cámara a la altura del pecho de Alanis y de su pequeño en brazos, para no perderse detalle del amamantamiento y de la rica y amorosa relación entre ambos (que se explica porque Dante efectivamente es hijo de la actriz).
El propio afiche de la película muestra a Alanis maquillada, vestida para ejercer su oficio, con las piernas abiertas y con una teta al aire dándole leche a su hijo (acción que el machismo sigue restringiendo en muchos lugares públicos por considerar inadecuada, pero que no condena cuando de volver objeto el cuerpo de la mujer para vender un producto se trata). En el caso de Alanis, a primera vista se vuelve más desconcertante que el mismo pecho alimente y, a la vez, ofrezca placer pagado. ¿Pero acaso una mujer que haya tomado el camino del comercio sexual no puede cumplir otros roles con su mismo cuerpo?
Al momento de atender a sus clientes, Alanis es sólo cuerpo y la cámara incluso le corta la cabeza y se concentra en la zona sexual. Al abrir la puerta para atender a su “papi”, ella no es nada más que un recipiente enfundado en vestido apretado y con destellos brillantes. La película trabaja con planos fijos, pero con un personaje que no se detiene nunca, por lo que Anahí Berreri pidió a Sofía Gala posiciones específicas que estaban marcadas en el suelo, haciendo muy exigente su trabajo actoral/corporal que fue ampliamente reconocido por la crítica.
La breve película de 75 minutos de duración indaga en las tensiones que representa el trabajo sexual incluso para el propio feminismo y que hizo que, en un principio, la directora no se entusiasmara con el proyecto de hacer un cortometraje para la Fundación Sagai (creada por la Sociedad Argentina de Gestión de Actores Intérpretes) que luego se volvió largo, por la complejidad de la temática. Desde el análisis de género, están las posturas abolicionistas que entienden la prostitución como un mercado creado para satisfacer los deseos sexuales de los hombre en una sociedad profundamente desigual y explotadora, y aspiran a su erradicación; y las que están por legalizarla y exigen derechos laborales para las mujeres que ejercen el comercio sexual como cualquier trabajo. Los múltiples espejos (que dan profundidad al encuadre), reflejos y pantallas partidas en el filme, hablan de esos dos enfoques, de la doble moral de una sociedad que las persigue y estigmatiza, y del cuerpo sexual y maternal.
El equipo realizador considera que Alanis es una película urgente (filmada en tres semanas), justamente, porque Dante estaba creciendo y seguramente Sofía no podría seguir amamantándolo por mucho tiempo más. Pero además porque les parecía apremiante mostrar la realidad de Alanis, un personaje que es un montón de chicas a la vez, como las que pertenecen a organizaciones de trabajadoras sexuales a las que entrevistaron buscando conocer sus experiencias y los mecanismos de explotación que sufren.
Con un espíritu documental e, incluso, con cámara escondida, una parte de Alanis se filmó con actrices no profesionales afrodescendientes que agreden a la protagonista defendiendo territorio en la calle y que ejercen el comercio sexual en la Plaza Miserere, que en latín significa misericordia, ésa que la sociedad mayoritariamente no tiene con las mujeres que han hecho de su cuerpo su herramienta de trabajo.
Directora: Anahí Berneri
Guión: Javier Van de Couter y Anahí Berneri
Reparto: Sofia Gala, Dante Della Paolera, Santiago Pedrero, Dana Basso, Silvina Sabater