Beginning – La cuestión del desasosiego

Beginning es una película que se ensaña con la representación de una violencia que atiende las envergaduras de sus arrebatos, a los sobrevuela la estructura que les permite activarla, y las circunstancias que contribuyen a sus formas de aparición.

Se ha dicho que el plano, enfático, que se fija en el rostro de la protagonista de Beginning mientras yace, recostada de espaldas a un prado que destella al proyectar la filtración de una luz que se filtra entre los árboles, que, por cierto, la cubren fuera de campo, tiene una fuerza hipnótica que descansa, sin duda, en la contundencia deslumbrante de su inmovilidad etérea. Puestas así las cosas, es un momento envolvente, qué duda cabe: porque configura gran parte de lo que uno espera que la imagen exhiba o componga, a saber, la virtud inhóspita de alcanzar a producir algo que no se sabe bien qué es pero que va más allá de lo que se filma. 

Ahora bien, con relativa posterioridad a ese plano, toma lugar en la narración un comentario pedestre y casual, aparentemente mucho más anecdótico, que surge de entre la conversación cotidiana entre Yana (Ia Sukhitashvili) y su hijo, justo después de que permaneciera sobrecogedoramente paralizada por tanto tiempo: no estoy muerta, sino viva, exclama ella. Si uno pudiera resumir las historias en las frases que estructuran los guiones que las detallan, esas cinco palabras atisban un poco el meollo de lo que Beginning pareciera querer plantearle a la audiencia: ese limbo frágil, o la indiscernible conmoción entre lo que cada una de estas condiciones significa al interior del film.

Para adentrarse en esta idea, cabe señalar que la ópera prima de Dea Kulumbegashvili, ha sido premiada en un festival –San Sebastián– en una serie de categorías: película, dirección, guion y actriz. Como si su jurado, además de congraciarse con la estupefacción que pudieron haber sentido al verla, coincidieran unánimemente en que sus méritos justificaban todos los reconocimientos concedidos más allá de la gratitud de la contemplación de una obra singular. Esta circunstancia, de todas maneras, podría sugerir dos asuntos más bien complementarios: por un lado, el interés de los festivales por detenerse en ciertas cinematografías, formas, métodos, procedimientos o bien lenguajes que en definitiva van configurando lo que resulta estéticamente legitimado por sus condecoraciones. Pero por otro lado, y por las mismas razones, una crítica a lo que esas películas ganadoras instalan como deseable: algo así como la inevitabilidad de contribuir a un cierto establishment de lo filmable. Acomodada entre ambas posiciones, el mérito que esta película tiene en particular pasa por responder con esmero a ese sentido del gusto festivaloso, a la vez que comulgar con dicha tendencia pero corriendo los límites de esa misma sensibilidad.

Colocada en una estela que Michael Haneke, Alexandros AvranasYorgos Lanthimos pudieron haber explorado en algún momento de sus filmografías, Beginning es una historia brutal que se construye desde un impasse: ese que no nos deja del todo aproximarnos a la debacle total de su personaje y, menos aun, a las fuerzas internas que se desprenden de esa estupefacción. Situada en la ruralidad georgiana -origen nacional de la directora-, al interior de una comunidad religiosa que comanda el marido de la protagonista, la película orbita todo el tiempo entre marcos institucionales que encierran tras de sí una violencia agazapada que se filma intencionando, desde su puesta en escena, una impronta hostil que le resulta semejante.

En efecto, Yana, madre y actriz retirada, ve pasar ante sus ojos, a veces a borbotones, el colapso de una armonía frágil, precarizada y indiscutible. Bajo esa perspectiva, el perturbador plano inicial, prosaico pero destemplado en su premeditación, filmado en una secuencia desde una cámara que no se separa un ápice del eje desde el que decide plantear la panorámica de un culto que se ve intempestivamente vandalizado por un atentado, es quizá el semblante incómodo que tienen las manifestaciones del horror por las que la película se interesa en recorrer sin demasiados preámbulos. 

En efecto, desde ahí en adelante, como decíamos, la película se ensaña con la representación de una violencia que explora las envergaduras de sus arrebatos, sobrevolando por sobre quienes tienen una estructura que les permite activarla, y atendiendo a las circunstancias que contribuyen a sus formas de aparición. Kulumbegashvili se mueve entre representaciones que son controvertidas por la envergadura de la tragedia, y secuencias que están cruzadas, a partir del lugar desde donde se coloca la cámara, por un ímpetu malsano inapelable, a ratos incómodo y que produce consternación.

Es realmente demoledor, en ese sentido, ver cómo todo esto se decanta en su protagonista, dueña de una templanza expresiva que ayuda, desde un trabajo interpretativo lacónico pero contundente, a intentar visualizar cómo se sostienen algunos lastres que intuimos ahí, pero que nunca le alcanzamos a atisbar nada más que los contornos. En ese sentido, Beginning es un relato voraz sobre las violencias y las estructuras que la atizan, pero también una empresa paradójica: por cuanto se las ingenia para orbitar entre dolor y parsimonia, o entre la destrucción y la templanza; dejando entrever la dificultad que tenemos de escrutar el alma humana, pero además, sin perder de vista los formatos en que lo terrible puede expresarse ante condiciones en donde la palabra está vedada, lo apacible es una fachada, y el malestar se arrebata, victorioso, al final de todo horizonte.

Beginning está disponible en Mubi

Beginning

Director: Dea Kumulbegashvili

Guion: Dea Kulumbegashvili, Rati Oneli

Fotografía: Arsheni Khachaturan

Elenco: Ia Sukhitashvili, Kakha Kintsurashvili, Rati Oneli

ClaudioSH

Claudio es psicólogo. No se encuentra mucho en eso de ser cinéfilo. Ni menos, amante del cine: ve películas porque está acostumbrado, porque no es demasiado caro y porque, tal vez, fue lo único que se le ocurrió hacer con el tiempo que le queda disponible.