Reseña: A la deriva (Adrift) – Las películas espejo

Adrift es, a todas luces, una historia de amor basada en una historia real de supervivencia. Pero al director se le olvida –o tal vez decide– privilegiar lo primero. Pese a que es totalmente posible hablar de las cosas.

No deja de ser curioso ese mérito que tienen algunas películas que nos recuerdan lo bueno que fueron otras películas. Que no tiene que ver necesariamente con el asunto de la comparación que podemos notar entre dos historias que podrían parecerse, sino que es más bien la relación que surge entre lo que vemos y lo que, de la nada, recordamos haber visto. Esto es lo que pasa entre Adrift y la película que hace aparecer: All is lost (2013), dirigida por J.C. Chandor y protagonizada por el sempiterno pero rejuvenecido Robert Redford.

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“All Is Lost” con Robert Redford.

En este sentido, la película a la que se refiere esta reseña es buena en la medida de que nos hace recordar otra mejor. Y tal vez un poco olvidada. Esto no quiere decir que Adrift carezca de efectividad narrativa o que inevitablemente termine aburriendo al espectador. Sino que es un fenómeno que, en este caso, simplemente se vuelve demasiado evidente. Porque, mal que mal, y no descubrimos nada diciendo esto, siempre las películas nos recuerdan a otras películas.

Adrift parte con una protagonista ensangrentada, confusa y maltrecha, desesperanzada ante la inmensidad del mar. Derivada de un naufragio en medio de la nada del que, por desgracia, no sabemos mucho. Siguiente secuencia, y la misma persona, ahora bronceada y esbelta, se apura en descender de una embarcación en lo que pareciera ser una isla polinésica remota aunque civilizada. Tami (Shailene Woodley), radiante y resuelta ciudadana americana, se detiene en la garita de inmigración. El policía le pregunta a qué se dedica .Y Tami, suelta de cuerpo, encuadre en primer plano, le responde que no lo tiene tan claro y que, nada, va a ver qué puede hacer. Contraviniendo toda la lógica del ordenamiento administrativo aduanero, el policía, sonrisa radiante, no opone ningún contratiempo en su ingreso a Tahiti.

Esta secuencia, anodina y publicitaria, no sólo nos adelanta el tono de la historia, sino que contrasta marcadamente con el prólogo: es la estrategia con la que el realizador, Baltasar Kormákur, urde su trama. Alternando dos líneas temporales que se relacionan en un determinado momento pero cuyo montaje simultáneo nos señala dos cosas. La primera, que la pareja que en la tragedia desfallece en el intento por encallar en tierra firme, es la misma que se conoce y enamora en una isla tan frágil y errática como los fragmentos discontinuos que arman los relatos de sus respectivas biografías. La segunda es probablemente innovar un poco con la operación para contarnos una historia que seguramente desconfió de lo que podría haber significado un desarrollo secuencial de principio a fin. El efecto es meritorio y justamente seduce en tanto juega con la expectativa de un espectador interesado, a propósito del puzzle que le presentan. Porque lo entretenido que tiene todo juego es justamente el desafío que exige cumplirlo.

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Ahora bien, es tal vez el tono anodino y acartonado de la historia de amor lo que la frivoliza un poco. Seamos claros: Adrift es, a todas luces, una historia de amor basada en una historia real de supervivencia. Pero al director se le olvida –o tal vez decide– privilegiar lo primero. Pese a que es totalmente posible hablar de las cosas. La historia de amor es pródiga en los lugares comunes que componen el género (la química fresca del humor recíproco, la intimidad sigilosa de las promesas por cumplir, la compenetración incondicional ante la tragedia en ciernes) pero que, lamentablemente, y a propósito de lo mismo, se queda corta en su propia pretensión. Tal vez el enamoramiento se compone de algo que al director se le escapa porque se esmera mucho en construir la relación en base al diálogo de dos personajes tan volátiles. Adrift nos quiere contar la historia de amor que surge entre dos ciudadanos del mundo, que se consolida en cierta adversidad inminente, pero combinando ambas temáticas de manera descalibrada o más bien desigual. Profundizando los avatares de la tragedia pero banalizando las profundidades de esa otra trama, la amorosa, que ciertamente no cabe en los retazos que los personajes reconstruyen. O tal vez sí, en la medida de que el director le interese más bien la entretención o la masividad de un mensaje insistentemente universalista.

Fuera de eso, la película funciona porque responde sus preguntas, genera identificaciones, cierra sus ciclos, desarrolla a sus personajes y se las arregla con algunos riesgos llegando al final. Pero ahí, lamentablemente, al final de los créditos, vuelve a la consciencia All is lost con una imponencia renovada. Una película que habla de lo mismo con mucha menos estridencia, pero que se eleva justo en el momento cuando esta, en ocasiones, pareciera empeñarse demasiado en naufragar.

Análisis de Adrift (A La Deriva)

por Claudio Herrera

Ficha

Adrift (A la deriva) (2018, 99 mins.) Baltasar Kormákur, Estados Unidos
Shailene Woodley, Sam Claflin, Jeffrey Thomas, Elizabeth Hawthorne

 

Trailer

 

Afiche

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ClaudioSH

Claudio es psicólogo. No se encuentra mucho en eso de ser cinéfilo. Ni menos, amante del cine: ve películas porque está acostumbrado, porque no es demasiado caro y porque, tal vez, fue lo único que se le ocurrió hacer con el tiempo que le queda disponible.