Durante su tratamiento, Antonio estuvo sometido a constantes diálisis para mantenerse estable. Pero dialisarze no asegura vivir. Algunos lo logran, otros no. Con “Animal” pasa lo mismo.
Desde el plano secuencia, donde se muestra la vida normal de un nombre tranquilo, entendemos (y esperamos) cómo este se transformará en el “animal” que se nos vendió. ¿Hay algo qué esperar del personaje? Quizás no mucho si uno hace una lectura consciente, y tiene un conocimiento de historias de “hombre bueno se vuelve malo”. Entonces, ¿qué habría de esperar para no pararme de la butaca? ¿que el camino hacia final sea imperdible, no?
Pues, en mi caso, no lo fue.
Guillermo Francella es Antonio Decoud, un hombre pasado los cincuenta que, como buen padre y esposo de su edad (?), lleva un vida sin demasiados altibajos ni riesgos. De la pega a la casa, de la casa a la pega. Lo único que lo saca de su rutina, por lo que vemos, es un trotecito matutino. Hasta que algo frena su buena vida, su tranquilidad, su plenitud. Aunque sea un problema al riñón, que lleva al protagonista a luchar contra el burocrático sistema de salud argentino y a buscar alternativas de cuestionable ética, lo que de verdad ataca a Antonio es la realidad: no hay una fórmula para vivir.
El guion y dirección de Armando Bo (ganador del Oscar por Birdman), plantea varios cuestionamientos sobre la vida: quiénes están en la vereda correcta de este camino y quiénes no, cómo el sistema de salud vela muy poco por la misma, pero a pesar de poner en duda muchas cosas, sí toma partido por una perspectiva… aunque diga que no.
Cuando Antonio Decoud empieza su tratamiento de diálisis por su complejo problema al riñón, y todos sus esfuerzos por conseguir uno nuevo no tienen resultado “por la buena”, se inclina “por la mala”: comprar uno en el mercado negro. Ese camino lo lleva a conocer una pareja que acepta su oferta por algo al parecer, para Antonio, bastante razonable: una casa. La pareja vive al día pidiendo limosnas en la calle y arrendando un espacio en una especie de casa okupa.
Parecen ser la opción perfecta para regresar a la buena vida que el noble Antonio llevaba, pero esta pareja se convierte en el contrapunto, en lo que está mal “del vivir”, en las malas decisiones. El enemigo.
Ahí es donde los cuestionamientos que Armando Bo pensaba plantear, imparcialmente, en su historia, terminan por tomar ese camino tan desgastado, lleno de hoyos y ripios, del bien contra el mal.
¿Por qué el “Animal” es el hombre bueno que sale de su comodidad para hacer lo que quiere? ¿Por qué la pareja que decide ayudar, está mal por su forma de vivir fuera del sistema?
Porque llevo una “buena vida”, ¿no me debería pasar nada malo? ¿Acaso existe un algoritmo de cómo tener un vida plena? Estas historias, que presentan a los “buenos” volviéndose “malos” porque la vida es “injusta”, creen plantear sus dudas sin militancias, pero son pocas las que logran con éxito ese cometido y aquí no hay una de ellas.
Durante su tratamiento, Antonio estuvo sometido a constantes diálisis para mantenerse estable. Pero dialisarze no asegura vivir. Algunos lo logran, otros no. Con “Animal” pasa lo mismo. Algunos críticos le han dado una mayor expectativa de vida y buena salud. Otros la mandan a la morgue de inmediato. Por lo mismo merece una oportunidad y, luego, se debe dar el diagnostico.