El mérito posible que adquiere una película como Ella es Cristina radica en la posibilidad de su protagonista de componer, a ojos de los demás, un afecto inescrutable, tambaleante en el inicio aunque profundo en el final.
Antes de hablar de Ella es Cristina, convendría tener en cuenta a Frances Ha (2012), de Noah Baumbach, para efectos de pensar en la primera. No sólo porque se parecen un poco, sino porque ambas, entre otras cosas, tienen la ocurrencia de introducir canciones para complementar sus relatos, y así fusionar el espíritu de las letras con lo que se cuenta en cada film. En el caso de la segunda, Modern Love (1983) de David Bowie acompaña el recorrido apurado y danzante que Frances (Greta Gerwig), mujer treinteañera y protagónica, traza por las calles de Chinatown. No sabemos tanto de ella, pese a lo esclarecedor que signifique verla bailar y revolotearse, sin que nada importe demasiado, al compás de la melodía desenfada y casual del Duque Blanco.

La película que aquí nos ocupa, en tanto, recurre a 2022 (2008) de Fother Muckers. Una canción que acompaña –de fondo sonando en una radio– el supuesto cortejo que un tipo tan enjuto como pedante (Néstor Cantillana), se va armando para seducir a su ex pareja, la Cristina del título del filme. La melodía suena unos segundos, y remite a un encuentro trasnochado y pegajoso en un bandejón del Parque Bustamante, que el tipo en cuestión va a tararear con insistencia pero también con un poco de modorra. Como cortejando en serio, aunque aparentemente sin hacer el esfuerzo suficiente para concretarlo por su cuenta.
En este sentido, digamos que Cristina (Mariana Derderián) vive en algún lugar situado entre esas dos canciones: porque Ella es Cristina es algo así como una síntesis de ambas. En la medida que su director/guionista, Gonzalo Maza, registra el mapa urbano-emocional de un afecto que se escabulle: aquél que la protagonista le arrebata a su mejor amiga (Paloma Salas) para volver a colocarlo en quien se va a esmerar, a juicio de ella, en hacerle la mayor de las justicias. Aquí el dilema, entonces, no es el supuesto conflicto entre los puntos de vista –y las formas de equivocarse– de dos amigas destinadas a reconciliarse, sino que más bien tiene que ver con la forma acompasada en que Cristina va a discurrir entre las personas que se disputan su atención. En este caso, prototipos de sujetos petulantes y anodinos que la conquistan ofreciéndoles su ego.

Desde ese punto de vista, el mérito posible que adquiere una película como Ella es Cristina radica en la posibilidad de su protagonista de componer, a ojos de los demás, un afecto inescrutable, tambaleante en el inicio –quizá por algún accidente o truco del montaje– aunque profundo en el final. Pues cuando la película se siente improvisada, sea probablemente la intención de Maza de recuperar el efecto casual y absurdo de la propia cotidianidad que nos imprime la urbe contaminada, a partir de una forma festiva o acaso melancólica de pintar y recorrer ese trecho pesado y fugaz de la treintena y los años que después la sobrepasan.
Fresco generacional o recuperación nouvelle vague con denominación de origen, la cosa es que la película se siente pequeña y tal vez dada a la inspiración del monólogo stand-up comedy, precisamente porque es consciente no sólo de la complejidad de un personaje que se retrata rodeado de caricaturas, sino que del perfil generacional que está interesado en construir. Un sujeto en apariencia semejante al de la protagonista y su grupo cercano de pares (irónicamente vinculados a la vanguardia), quienes desde su lugar, privilegiado y malogrado en partes iguales, también acceden y aportan al retrato paradójico de sus propias imposturas.
Reseña de Ella es Cristina
Ella es Cristina (2019, 82 mins.) Gonzalo Maza, Chile
Mariana Derderián, Paloma Salas, Néstor Cantillana, Roberto Farías
