Reseña: Midway: Batalla en el Pacífico – Pensamiento automático

Midway: Batalla en el Pacífico es una historia irregular, superficial y a veces fallida sobre un conflicto que forma parte de otro que lo contiene y le da sentido, pero sobretodo es una oportunidad perdida para retratar, al menos a la altura de la circunstancia, la debacle permanente que antecede a la toma de decisiones.

¿Son la guerra y en general los contextos de emergencia, situaciones en las que se debe actuar más que pensar? Uno podría que pensar que sí, en la medida que los tiempos de toda emergencia exigen que se pueda responder oportunamente a las contingencias que presentan. Aunque también, al mismo tiempo, la premura por tomar decisiones tiende a volverlas precipitadas: y con ello adelantan, desgraciadamente, la posibilidad de un fracaso tan letal como escandaloso. En este sentido, lo interesante que pueden tener las guerras –y quienes cargan con la responsabilidad de encabezarlas– es justamente la forma en que estos retratan, cuando tienen talento, el justo equilibrio que debe tenerse entre, por un lado, no retrasarse al decidir qué hacer, y por el otro, ser lo suficientemente capaces de pensar antes de actuar.

Este asunto lamentablemente se desperdicia en una película como Midway: Batalla en el Pacífico, ya que todo el tiempo se nos presentan las decisiones de sus personajes –justamente las que debiesen partir de reflexiones y negociaciones al menos complicadas– como el fruto de cierta fe irreflexiva que nada tiene que ver con el sentido de urgencia que acompaña toda táctica bélica, o cualquier tipo de pensamiento que se digne de estratégico.

La última película de Roland Emmerich –un realizador eficiente y avezado en pirotecnia ya desde la espectacularidad de El día de la Independencia (1996)– supone la entrada del director al género bélico a partir de una narración que tiene como objetivo, muy probablemente, servir de guía hacia una gesta un tanto olvidada de la Segunda Guerra Mundial. Un enfrentamiento tal vez convencional pero que es uno de los tantos disponibles que permiten, al fin y al cabo, armar y eventualmente interesarse por películas como esta. Concretamente aquí, la historia se sostiene en la disputa estratégica que mantienen norteamericanos y japoneses con posterioridad a la sorpresiva arremetida nipona en la Bahía de Pearl Harbor en 1941: un acontecimiento que ya fue película pero que acá es representado como una arremetida inesperada, deliberada y alevosa. En este contexto, el desastre es interpretado como un fallo estrepitoso de la inteligencia naval, que supuestamente debió advertir la catástrofe, y no como resultado de cierta racionalidad bélica japonesa: somos nosotros los que pensamos mal, y no ellos los que pensaron bien. Con esta excusa, la batalla central de Midway: Guerra en el Pacífico se justifica históricamente por cuanto persigue el esfuerzo americano por responder al enfrentamiento que significó, de hecho, su entrada en la gran disputa que cerró la primera mitad del siglo XX.

En este sentido, la película estructura un relato coral que sigue los esfuerzos de quienes componen el bando oficial estadounidense, dentro de quienes destacan el piloto estrella de la Fuerza Aérea (Ed Skrein), el capitán que en alta mar ejecuta los mandatos superiores (Luke Evans) y el recientemente ascendido comandante de la Inteligencia Nacional (Patrick Wilson), a quien Emmerich –tal vez como una característica del personaje original– decide colocar lentes ópticos para achacarle una intelectualidad resolutiva y tan evidente que perfectamente habría sido posible incorporarla recurriendo a algún otro artefacto menos grueso. Más allá de eso, la película se preocupa de articular secuencialmente la batalla principal: desde su sorpresivo gatillante hasta el desenlace perfecto para el aparato ideológico americano que siempre recompensa los nervios de acero.

En este sentido, también destacan dos asuntos más o menos relevantes para una película como esta: primero, la representación –no necesariamente ejemplar pero al menos no del todo burdamente articulada–  de la contraparte, con la posibilidad de presentar en el idioma del enemigo sus propósitos, convicciones y particularidades culturales. Midway: Batalla en el Pacífico, en este sentido, no es un tratado geopolítico, pero al menos no hace tantas gárgaras con las ínfulas tradicionales de la superioridad hegemónica nacional. Distinto es el caso de sus personajes secundarios fuera de la trinchera, o las lamentables formas de representar a la familia de los héroes, en quienes no hay ninguna contemplación que no sea adular la épica de la victoria.

Segundo: es patente la mano de Emmerich al volver espectáculo sincronizado toda una afrenta cercana al caos total. Es decir, vuelve demasiado inteligible todo el desorden bélico que recorre altamar y sobrevuela el Pacífico. Es, tal vez, un recurso necesario para no aburrir y contribuir a digerir mejor la orientación de la pirotecnia. Aunque olvida que siempre podría ser necesario, más allá del efectismo, esperar como posible la irrupción de ciertas acciones medianamente indescifrables, sobre todo cuando tanta pólvora, para quienes se la bancan, a veces también los confunde.  

Ahora bien, pese a que no extrañe que la película se interese con franqueza por el efectismo, su falla más importante se mencionaba en un principio: sus personajes no reflexionan cuando aparecen haciéndolo. Porque la guerra es meramente una especie de debacle traducida en pura astucia, en donde toda reflexividad posible es el fruto de cierta tendencia innata o automática: justamente lo contrario de todo conflicto que supone la negociación, a veces complicada, entre posiciones contrapuestas. Bajo este punto de vista, Midway: Batalla en el Pacífico es una historia irregular, superficial y a veces fallida sobre un conflicto que forma parte de otro que lo contiene y le da sentido, pero sobretodo es una oportunidad perdida para retratar, al menos a la altura de la circunstancia, la debacle permanente que antecede a la toma de decisiones.

Reseña de Midway: Batalla en el Pacífico

Midway: Batalla en el Pacífico (2019, 148 mins.) Roland Emmerich, Estados Unidos
Partick Wilson, Woody Harrelson, Nick Jonas, Ed Skrein, Mandy Moore

ClaudioSH

Claudio es psicólogo. No se encuentra mucho en eso de ser cinéfilo. Ni menos, amante del cine: ve películas porque está acostumbrado, porque no es demasiado caro y porque, tal vez, fue lo único que se le ocurrió hacer con el tiempo que le queda disponible.