Reseña: Molly’s Game – Jugar confiado.

Es medianoche de un lunes y me estoy exigiendo escribir la reseña de una película que vi hace, aproximadamente, dos semanas. La vida adulta juega con tus tiempos de manera que uno no espera. Sabemos que el tiempo será la causa de la quinta guerra mundial, después del agua y quién acapara todas las series originales de Netflix. Así que, exigirme, es en beneficio de mi tiempo actual y del futuro, y tal como Molly le dice a su abogado cuando están hablando sobre “lo exigente que es él con su pequeña hija”: lo que sea que hagas, haz el doble.

Y es lo que hago.

Molly’s Game es la historia de cómo una esquiadora olímpica, luego de una grabe lesión, crea el sistema de juego “amateur” de poker más grande de Estados Unidos, más específico, de Hollywood, donde grandes estrellas del cine, la televisión, deportistas internacionales y empresarios multimillonarios, eran parte cada noche de absurdas cantidades de dinero repartidas entre “fulles” y “royals”.

La película se inspira en el libro autobiográfico de Molly Bloom, que es adaptado en guión y dirección por Aaron Sorkin. Si usted no está familiarizado con este amante de largos diálogos y frases como estocadas, hágase el favor de googlear. Por mi lado sólo le daré un ejemplo: The Social Network (Red Social), filme de David Fincher donde Sorkin fue el encargado del guion. Este dramaturgo tiene una, por decirlo así, predilección por personajes muy inteligentes, ambiciosos y de cuestionable moral. Ya se puede entender con el Zuckerberg de Fincher, pero también en el Steve Jobs de Danny Boyle, y hasta esa Bielsa del béisbol de Brad Pitt en Moneyball. Todos construidos a partir de la densa pluma de Sorkin. Y es que el tipo entiende la exigencia como esencia del anti heroe.

Al igual que en los personajes ya mencionados, Molly es una mujer criada para vomitar si la palabra “cansancio” se asoma por su boca. En una escena donde el padre de Molly (Kevin Coster) está entrenando a su pequeña en la pista de nieve, ella se atreve a exclamar que está cansada. La madre, un personaje siempre lejano, apoya a su hija diciéndole al padre que llevan muchas horas al frío del ejercicio, a lo que él replica a su hija: dime un sinónimo de “cansancio” y nos vamos al auto. Débil, responden los morados labios de Molly. Luego de eso, ella vuelve a entrenar.

Así se comienza a formar la personalidad de esta mujer. No sólo exigiéndose, sino también, en respuesta a las demandas de los hombres. Su padre la entrenó siempre, y después al crear su pequeño gran imperio de poker, es ella quien los dirige cada noche de apuestas. En muchas escenas, distintos hombres le dan ordenes y exigencias, donde varias son acatadas. De esas, muchas la hacen “perder”…pero siempre para “ganar”. Tal como ella lo exclama: La criaron para ganar, el cómo era un mero detalle.

Tal como Molly jugaba con las decisiones y acciones del sexo opuesto, Sorkin también hace sus apuestas tras la cámara, a ratos logrando momentos muy emocionantes y otros que dejaban ver su falta de ritmo para diálogos muy extensos. Te olvidas que ves imágenes y te hace nadar por un océano de palabras.

Sorkin confía en su conocimiento, apuesta a lo seguro. Se ha preparado con grandes directores y se nota. Cumple. Sale jugando, sin arriesgar, incluso sin la magia o espíritu que encantan en las operas primas. Pero no es un joven. Sabemos que es su primera película y su trayectoria lo priva del factor sorpresa.

Apostar se trata de conocerse y prepararse. Tener confianza. En este filme, Sorkin apostó seguro, es su primer juego en esa posición y sabía que debía rendir, pero sé que tiene la confianza para entrar más directo a su próximo juego, esta vez, sin miedo a perder.

Ficha:

Dirección: Aaron Sorkin.

Guión: Aaron Sorkin (Memorias: Molly Bloom).

Música: Daniel Pemberton.

Fotografía: Charlotte Bruus Christensen.

Reparto: Jessica Chastain, Idris Elba, Kevin Costner, Michael Cera, Samantha Isler,Chris O’Dowd, Graham Greene, Jeremy Strong, Bill Camp, Brian d’Arcy James,Claire Rankin, J.C. MacKenzie.

Mollies-Game

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AleAravena

Publicista porque quería hacer comerciales ya que era lo más cerca a hacer cine, sin estudiarlo y morir de hambre.