Un ejercicio necesario para comprender el relativo impacto o la llegada de Paddington 2 a las salas nacionales implicaría, en principio, llegar conocer un poco más de su personaje principal. Pese a que el prólogo de esta película explicativamente nos lo sitúa en una región selvática, su origen cultural cultural está en otro plano. El oso Paddington es un personaje que forma parte de la literatura infantil británica, creado en 1958 por Michael Bond. Muy similar a lo que podría ser el Winnie Pooh de Alan Alexander Milne, el Tintín de Hergé el Papelucho de Marcela Paz o, incluso, el Mampato de Themo Lobos. Su arrastre, entonces, tiene un origen literario y en cierto modo también generacional, siendo el oso Paddington un personaje célebre en la literatura europea infantil del siglo XX pero también el recuerdo entrañable y nostálgico de las aventuras que, aquellos que lo leyeron, vivieron a través de él. Por lo tanto, su importación al formato cinematográfico se entiende en el esfuerzo habitual de adaptar material literario a la pantalla grande.
Ahora bien, es interesante para el espectador no familiarizado con este antecedente que Paddington sea un oso inmigrante de origen sudamericano. Concretamente, peruano. Esto no sólo le otorga un sugerente cariz alegórico a su historia, sino que también permite entender, más allá de la narración que nos ocupa, el propósito de su creador y su evidente lectura a partir del contexto actual. Paddington, entonces, viene a ser una certera fábula sobre ese Otro que convive civilizadamente con su vecindario, al tiempo que es el encargado de aglutinar y armonizar esa misma convivencia. Es el distinto que, cuando es incluido, cohesiona. Paddington Brown representa, por decirlo de algún modo, la suma de las partes.
En esta segunda parte lo vemos enfrentado a una circunstancia que amenaza su apacible existencia. Es el cumpleaños de su tía, situación que obliga a un cesante Paddington –un oso carismático, lúdico, cándido y ético–, volver a trabajar para poder costearle un regalo que la conmemore. El regalo elegido por nuestro héroe es un libro que presenta Londres y sus atractivos más celebrados en formato pin-up. La idea es hacerle lo más real posible a su tía una aproximación a Londres y sus recorridos turísticos. Al mismo tiempo, este libro contiene una serie de pistas secretas que le interesan a Phoenix Buchanan (Hugh Grant), un embustero actor venido a menos que se entera, por casualidad, y de boca del mismísimo Paddington, sobre la ubicación de este libro-mapa. La historia se desarrolla con fluidez y adquiere un punto de inflexión cuando Buchanan, en un intento por sustraer el libro de la tienda de antigüedades donde permanece, logra escapar y de paso inculpar injustamente a Paddginton por el presunto robo del libro. El oso va a la cárcel y se esmera, desde ahí, por permanecer en el recuerdo de su familia y, fundamentalmente, se la ingeniará para limpiar su nombre.
En este sentido, el ingreso de Paddington a la cárcel es uno de los contextos en los cuales vemos operar, además del barrio, los atributos del personaje para armonizar los espacios donde se mueve. El oso es un personaje empático, ecuánime y afable, por lo tanto es capaz de humanizar a todo tipo de malhechores, muchos de ellos sujetos humanos y con cierta complejidad subjetiva. La película, en este sentido, nos logra presentar un relato de aventuras clásico, generoso en ambientaciones coloridas y encrucijadas extremas, ante las cuales, obviamente, el personaje sale fortalecido y victorioso. El relato no se interesa por abandonar su matriz familiar ni se inquieta cuando recurre al maniqueísmo para explicar ciertas motivaciones de lo que va aconteciendo, aun cuando eso no necesariamente implique presentar una historia maqueteada, tediosa o estrictamente vaga.
Porque Paddington entretiene y, sobretodo, conmueve con su personaje principal. Echando mano de las bondades de la animación, Paddington Brown es un oso que personifica el carisma de buena forma, pero que también, en un interesante tributo, se permite jugar con un humor muy propio del Chaplin de Tiempos Modernos (1936), aludir a la comicidad situacional de Jacques Tati u homejanear a personajes clásicos como el malvado Ebenezer Scrooge, fastidioso y entrañable personaje que le debemos a otro contador de historias británico: Charles Dickens. Lo que le otorga al film, cuando lo hace, pertinentes dosis de densidad u oportuna hilaridad que, en definitiva, se agradecen. Dentro de los parámetros de una historia familiar la película cumple con su cometido, ofreciendo un relato fresco e ingenioso, tal como esas lecturas que de infancia se leyeron pero que tal vez nunca se hayan abandonado del todo.
Paddington 2 (2017, 104 mins.) Paul King, Reino Unido
Ben, Whishaw, Sally Hakwins, Hugh Grant, Brendan Gleeson, Hugh Bonneville, Julie Walters