Reseña: Secreta Obsesión – Notas para sentarse a mirar el tiempo pasar

Secreta Obsesión sirve y encaja perfecto para esos momentos en donde hay otras cosas más importantes que hacer, o donde nuestra decisión por ocupar el tiempo viéndola se nos muestra como lo único disponible, e ideal, por hacer.

Vamos a proponer la siguiente situación hipotética: un día cualquiera, en un horario no muy trascendental, en televisión abierta exhiben una película tradicionalmente catalogada como buena o muy buena. Uno se la topa, digamos, de causalidad. Seguramente, la decisión de verla –de quedarse viéndola– va a pasar por el tiempo que uno tiene disponible, aunque también por la “calidad” o el “disfrute” que me depara la experiencia que significará, entonces, no perdérmela. Esta opción de verla (que llamaremos opción A) se fundamenta en el hecho de que habría un tipo de películas que literalmente no podemos ni deberíamos dejar pasar.

Ahora bien, ¿Qué sucede cuando la película en cuestión es mucho menos importante que aquello que tenemos que hacer en ese momento? La decisión de cuán importante y necesario (o no) es ponerle atención a una película es un criterio relativo. Ya que las películas –un poco como todo lo que vemos– se completan con la emoción que nos generan o, dicho de otro modo, con cómo las recibimos. Sin duda, si no nos motiva, ni nos entretiene, ni nos interesa, ni encontramos que tiene mérito, decidir no verla (la opción B) va a ser un paso lógico y por cierto muy sensato. Bajo ese punto de vista, para la economía del tiempo libre las películas que te hacen perder el tiempo ni siquiera deben importar.

Ambas decisiones probablemente suenen familiares, ya que hablan de las múltiples decisiones que el espectador traza ante un producto que decide consumir. El asunto es que las decisiones ni son tan concluyentes, ni esclarecen tan fácilmente los motivos por los cuales decidimos considerar o rechazar algo.  Este problema –cuyos debates son tan extensos como el catálogo de un servicio de streaming– tiene un punto directamente relacionado con las películas entendidas como productos. Puesto que existen filmes-productos que pueden entrar perfectamente en la categoría ficticia cosas para ver que no molestaría demasiado no hacerlo porque tal vez no nos perdemos tanto y está bien que así sea. Sencillamente porque no se pierde mucho si se decide pasarlas por alto. O tal vez se pierda uno, justamente, la experiencia de ponerse a pensar en esas películas que perfectamente podría no molestarse en ver.

Hay un cierto mérito en entender que las películas no necesariamente se hacen o se hicieron para sostenerse en pedestales en los cuales proyectamos calidad o erudición. Porque dicha convicción –que no todo, siempre, está obligado a valer demasiado la pena, sino que el hecho de que las cosas valgan la pena depende de criterios que no siempre tiene que ver con la calidad objetiva de algo– una vez que se sincera, habilita que el producto adquiera mérito. Como la música incidental desabrida que suena en el supermercado, o los juguetes fallidos que no alcanzaron a obtener la licencia original, hay productos que precisamente, por decidir no aspirar al estrellato, exhiben su justa dosis de dignidad: la que justo uno espera que puedan ostentar.

Secreta Obsesión podría aspirar a ese lugar: el de ser una película que perfectamente puede pasar mientras la vida de los consumidores que la reprodujeron en la aplicación de Netflix avanza y a veces retrocede. Porque la historia que nos cuenta –los acontecimientos que le suceden a Jennifer (Brenda Song) con posterioridad a un accidente del que fue víctima mientras huía de un sujeto con bototos barrosos y un cuchillo en la mano– podría haber sido la de un telefilme aplicado y dominguero hecho por canje o por encargo, o incluso la de un comercial con ínfulas suficientes para extender los alcances de su propia narrativa.

Su protagonista es empeñosa, a veces carismática, y tiene cierta fama en filmes de adolescentes. Lo cual se nota porque pone mucho ahínco en parecer entusiasmada cuando el guión se lo exige, y en demostrarse compungida cuando los derroteros de la trama la afligen sin quererlo demasiado. Su compañero de trabajo, Russell (Mike Vogel), en tanto, tal vez reemplazó por motivos de fuerza mayor al del casting original, o sencillamente se atrevió a actuar mal de manera deliberada, porque su aplanamiento gestual sólo puede ser producto de un intento consciente por reprimir el gesto que el guión precisamente le exigía, como mínimo, ser capaz de articular. El tema es que –sin ser necesariamente revelador en comentar los artefactos que la trama utiliza para producir tensión– la película tiene mucho de muchas otras parecidas hasta en su afiche promocional, cosa que habla del esmero imitativo de su director, guionista y equipo de marketing en seguir al pie de la letra los manuales habituales de producción de tensión, desperdigamiento de piezas narrativas que permiten conectar todo al final del desenlace, y comercialización efectiva del producto vía Netflix.

En ese sentido, si Secreta Obsesión piensa que su título es menos evidente de lo que convendría suponer, y si nosotros asumimos que convendría que así sea, su trama exhibirpia la única dificultad de retorcer sin mucho tino los límites de la verosimilitud, con tal de mantener los soportes del artefacto narrativo idealmente agilizados. Pero tal vez esto no es un error de por si voluntario, sino que podría tener que ver con aferrarse, a expensas de la misma realidad, a la certidumbre consabida de los códigos de género. Como uno mismo veces se sostiene en argumentos que no entiende demasiado, precisamente porque recién los comienza a comprender.

Fuera de eso, juzgar la calidad de una película como esta es un ejercicio innecesario, tal vez porque la fórmula en la que sustenta nos la sabemos de memoria, y en ese sentido no tendríamos que esperar nada nuevo de lo que ya sabemos de antemano. Lo cierto es que la película sirve y encaja perfecto para esos momentos en donde hay otras cosas más importantes que hacer, o cuando nuestra decisión por ocupar el tiempo viéndola se nos muestre como lo único disponible, e ideal, por hacer: como todas esas actividades para las cuales ver una película es un acompañamiento tangencial, incidental y por eso mismo necesario. Juzgarla como mala o definirla como infumable es pasarse de rosca, o tomarse muy en serio. Aunque, siendo sincero, ¿Cuál película es mejor? ¿La que cumple con todo lo que tiene que cumplir, o la que en todo se equivoca para cumplir desde la falla?

Reseña de Secreta Obsesión

Secreta Obsesión (Secret Obsessión) (2019, 97 mins.) Peter Sullivan, Estados Unidos
Brenda Song, Mike Vogel, Daniel Booko, Ashley Scott

Ver Secreta Obsesión en Netflix

ClaudioSH

Claudio es psicólogo. No se encuentra mucho en eso de ser cinéfilo. Ni menos, amante del cine: ve películas porque está acostumbrado, porque no es demasiado caro y porque, tal vez, fue lo único que se le ocurrió hacer con el tiempo que le queda disponible.