
Viendo el transcurso de la película y su discurso sobre “jazzear” (improvisar, dejarse llevar) como filosofía de vida, es irónico cómo se va perdiendo en la misma estructura del largometraje. Como en una tocata de Jazz donde el líder de la banda abre la puerta para que los músicos dejen de lado el ritmo y la partitura para entregarse a sus instrumentos y las notas que de ellos salgan, la diferencia con Soul, es que se obliga a sí misma a seguir una composición.
Joe Gardner está en una de sus tantas clases de música en una escuela secundaria. Tratando de dirigir a la banda, Gardner se topa con las distracciones, smartphones e instrumentos olvidados de sus alumnos en un ensayo tan errático como desafinado. Llega el momento de la pequeña Connie y su trombón. Aparece la música. La niña se deja llevar y vuela entre notas por sobre el ruido de sus compañeros, hasta que estos la aterrizan con sus burlas.
Esta primera escena de Soul, de la niña que se va “en volá” tocando, es de lo que habla la película: la inspiración. Pero también de que ese estado tan difícil de alcanzar no se logra por arte de magia. La búsqueda y sentido de vivir, además, es disfrutar y dejarse llevar. Bonito, pero nada nuevo.
Viendo el transcurso de la película y su discurso sobre “jazzear” (improvisar, dejarse llevar) como filosofía de vida, es irónico cómo se va perdiendo en la misma estructura del largometraje. Como en una tocata de Jazz donde el líder de la banda abre la puerta a que los músicos dejen de lado el ritmo y la partitura para entregarse a sus instrumentos y las notas que de ellos salgan, la diferencia con Soul, es que se obliga a sí misma a seguir una composición.
El guion de Pete Docter, Kemp Powers y Mike Jones, alcanza momentos inspiradores, divertidos, cautivantes, pero también desafina y me saca de su atmosfera, llevándome a chistes simplones, recursos facilistas y hasta gratuitos. La misma historia que parece fluir en su mundo, termina aterrizando en una canción-guion de cine-infantil-recursiva que debe seguir de un, quizás, maestro de orquesta de la industria comercial.
Soul termina diciendo que lo esencial de la vida no es buscar tu propósito en ella, sino, disfrutarla, sentirla, jazzear cada momento, pero es la misma película que se aleja de su discurso al incorporar clichés motivacionales y elementos narrativos gratuitos como el gato que nunca antes vimos, o un padre ausente que aparece relevante en el backstory del protagonista, pero que nunca termina por ahondarse en su relevancia.
Para mí, una falta en lo planteado por Soul, es la idea a medias que aparece desde la primera escena. Luego de que Connie se siente avergonzada por sus compañeros luego de un inspirado momento en el ensayo, Joe Gardner se sienta al piano para musicalizar un recuerdo personal: la historia de cómo él, gracias a la insistencia de su padre, tuvo su entrada al Jazz a través de una improvisación en vivo (“uno de los mayores aportes de la cultura afroamericana al país”), que lo llevó a encontrar así la pasión que daría sentido a su vida.
Lo que pudo ser un discurso sobre un arte de vivir que tiene que ver con la conexión con el otro, más que por un estado zen personal-individual, termina como un alma perdida en un mundo de películas con frases de autoayuda para compartirse hasta el gran después.