Spiderman: Far from Home es una película que se viste de viaje irrelevante o de comedia de equivocaciones para introducir el conflicto del héroe: un adolescente que no quiere de dejar de serlo pero que se topa con un rol del que no puede escapar ni cruzándose el Atlántico.
No suele ser demasiado común, para ciertos exponentes de la industria norteamericana, situar las historias de los personajes más allá de sus fronteras nacionales. De hecho, salvo contadas excepciones, al cine de súper héroes le sobran historietas, presupuestos y locaciones en sus fronteras. Dicho de otro modo: Los confines del MCU casi siempre recalan dentro de un universo enteramente norteamericano. O al menos, ésa es la opción de su punto de partida. Luego de docenas de películas, Marvel va a encajar mejor con San Francisco, Nueva York, Los Ángeles que con la inusual Wakanda (una alegoría africana en clave yankee), o con algún país remoto del Tercer Mundo. En este sentido, la lección es clara: dime desde dónde hablas y te diré quién eres.
Por lo tanto, llama un poco la atención que Marvel decida, para la segunda entrega del Spider-Man adolescente que encarna Tom Holland, recorrer las ciudades de Europa en plan gira de estudio. Aun cuando esto pueda tener que ver con la fuente original en la que se inspira, en el fondo tiene más sentido dentro del relato generacional que la película supone retratar. Y con situar el escenario europeo asociado a las vacaciones: ese período a veces laxo en donde nos podemos dar el lujo de que las cosas no importen tanto como la urbe. En este caso, el paseo de curso –del primer Mundo a otro Primer Mundo, menos central y más antiguo– funcionaría como lugar común de la cultura primermundista, observable, en este caso, desde su adolescencia escolarizada. Desde dicho contexto, Spiderman: Far From Home partirá de cierta excusa romántica un poco relamida: cuando un Peter Parker estudiante planea aprovecharse del itinerario por el Viejo Continente para conquistar a una MJ (Zendaya) que, para esta entrega, contraviene los estereotipos que cierta industria llevaría un tiempo desbaratando.

Hasta ahí, todo bien. O relativamente dentro de lo esperable. Porque Spiderman: Far from Home tiene todos los ingredientes de la típica comedia de los enredos propios del turista promedio. En donde recorrer Europa (cierta parte de Europa) en plan estudiantil-vacacional supone jugar con los estereotipos turísticos que nos prometen las agencias que organizan los viajes que vemos en pantalla: gente rústica hablando idiomas que no conocemos en ciudades impolutas tan extrañas como condescendientes con los sujetos que gastaran su dinero ahí. Desde esa perspectiva, la película se torna torpe y pierde toda gracia, porque si bien recurre al humor para refrescar, ni sorprende ni divierte ni incomoda. En ese sentido, su intención no es distinta de, por ejemplo, Muder Mistery (2019) película liviana que al menos tiene la franqueza de tomarse como tal.
Ahora bien, lo interesante de este periplo un poco forzado es encrucijada que instala la subtrama de acción que, sí, ya hemos visto anteriormente: ese momento en donde abandonamos la modorra del viaje para introducir al protagonista dentro del rol que de él se espera. La debacle de Peter Parker adquiere fuerza porque reproduce la de un adolescente que debe debatirse entre asumir lo que de él se espera o contentarse con lo que él mismo espera de sí. En el fondo: ceder o morir.

En ese sentido, Spiderman: Far from Home es una película que se viste de viaje irrelevante o de comedia de equivocaciones para introducir el conflicto del héroe: un adolescente que no quiere de dejar de serlo pero que se topa con un rol del que no puede escapar ni cruzándose el Atlántico. Ahí el director, Jon Watts, se las arregla para darle sentido y consistencia a una película que se siente leve mucho rato pero que tal vez sólo lo parezca. Precisamente porque el problema del protagonista importa mucho más que las pirotecnias inflamables, las capillas derribadas o la Europa semi-medieval de escenografía. Que al fin y al cabo quizá sea la única Europa disponible para el turista que cree que la puede conocer dedicándole unas vacaciones.
Y en eso –acaso mejor que en otras entregas– aporta mucho el antagonista que se elige para la ocasión: un Mysterio (Jake Gyllenhaal) que es tan fraudulento como elegante. Un villano solemne y charlatán, hecho a la medida de un personaje protagónico que justamente vive escapando de lo que debe tener que hacer. Un villano que, en los estertores de su desgracia final, y como muchos otros de su estirpe, tiene la lucidez de entenderlo todo. Al fin y al cabo, su maldad es menos fechoría que artimaña: porque, para él, es la gente la que necesita creer. Mysterio, en ese sentido, encaja con una película que se recubre todo el rato de banalidad, pero que en definitiva resulta un correcto precedente a Avengers: Endgame. Otra película que, valga la pena mencionarlo, quizá envejece más rápido de lo que nos gustaría. Y que deberíamos tomarnos menos en serio porque, a juicio del villano referido, nos creemos cualquier cosa.
Reseña de Spiderman: Far from Home (Spiderman: Lejos de casa)
Spiderman: Far from Home (Spiderman: Lejos de casa) (2019, 129 mins.) Jon Watts, Estados Unidos
Tom Holland, Zendaya, Jake Gyllenhal, Jacob Batallion, Samuel L. Jackson
