Creo que no es azaroso que los personajes principales de Tarde para morir joven sean jóvenes. Adolescentes y niños que adolecen por sus deseos, que ven como el poder se les va de las manos.
“Todo es sobre sexo, excepto el sexo; el sexo es sobre el poder”. Frank Underwood le tira esta máxima a la joven reportera que se agarra de vez en cuando en la primera temporada de House of Cards.
Recurro a esta explícita, potente, hasta violenta frase para dar pie a una lectura que buscaba hacer sobre una de las mejores películas estrenadas en cines este 2019: Tarde para morir joven. Coincidentemente, chilena. Y utilizo las palabras del congresista de la serie de Netflix, no simplemente para pavimentar la idea del “poder” (que está en filme), sino más bien, para entender que lo político está en todo.
Está en diseñar relaciones entre elementos que no tienen una relación. En el cine que parece no ser político. Está en una película que muestra un sistema de coexistir fuera del establecido. Está en la decisiones que toman sus personajes. Y está en mi decisión de mirar y pensar esta película como una obra política.

Ambientada en los comienzos de los años 90, en el prólogo del Chile vuelto a la democracia después de la dictadura de Pinochet, la historia se centra en una joven, Sofía (Demian Hernandez) que vive junto a su padre y hermano en la Comunidad Ecológica de Peñalolén. Con ellos están otras familias, con hijos, sin ellos, con perros. Diferentes núcleos familiares que comparten un mismo espacio fuera del bullicioso, caótico y plastificado espacio de la ciudad. Sofía pasa los ratos junto a otros adolescentes de la comunidad, unos cabros chicos que andan por ahí, comparte con adultos como Elena (Antonia Zegers) una pintora aficionada (parece) y también, claro, un seudo-pinche llamado Lucas (Antar Machado). Todo muy tranquilo y piola, hasta que Ignacio (Matías Oviedo), un “chico de la moto” que atrapa la atención de Sofía. De ahí, hasta la fiesta de fin de año de la comunidad, las relaciones entre ellos y todos, pasarán por tiras y aflojes de intenciones.
A medida que pasa la historia, que puede verse como un desarrollo “coral”, al pasar de uno a otro de los personajes y sus visiones, con un tratado meticuloso, contemplativo y sin juicios de la mano de su directora, Dominga Sotomayor, notamos como dentro de este aparente “sistema comunitario ideal”, los roces y micro conflictos, desencadenan complicaciones que llevan a los personajes a enfrentar sus propios intereses contra los del frente, pero sobre todo, los de un caprichoso destino innevitable.

Creo que no es azaroso que los personajes principales de Tarde para morir joven sean jóvenes. Adolescentes y niños que adolecen por sus deseos, que ven como el poder se les va de las manos. Sofía, Lucas y en especial la pequeña que pierde a su perro, pero que recupera más adelante, son tanto los más protagonistas de la película como los más representativos de lo que es sufrir por lo que se quiere. Sofía padece de los anhelos de la adolescencia rebelde (fumadora empedernida, pero sin aspirar), Lucas enamorado de una idea que sólo él creó y la pequeña que amarra como puede una fuerza que no puede controlar. Todos ejercen sus poderes, pero todos sucumben ante “no poder”.

Tarde para morir joven” parece cobrar sentido como la condena de la adultez. El vivir con lo que nos quedó después de la explosión y un incendio a nuestras ideas, anhelos y aspiraciones. Ya fue. Ya está. No salió como queríamos, ya es tarde para eso.

Dirección: Dominga Sotomayor.
Guion: Dominga Sotomayor.
Fotografía: Inti Briones.
Reparto: Demian Hernández, Antar Machado, Matías Oviedo, Antonia Zegers, Eyal Meyer,Magdalena Tótoro, Alejandro Goic, Andrés Aliaga, Gabriel Cañas.
Reseña De Jueves a Domingo de Dominga Sotomayor