Abre/Mirada: Desobediencia – Desobedeciendo la norma.

Desobediencia incomoda al dogmatismo y eleva al amor (más allá del género de quienes lo sienten) por sobre los tabúes y convenciones, situando en el centro de la narrativa a mujeres que desobedecen y transgreden los mandatos sociales y religiosos para expresarse y desplegarse en plenitud.

Por Marisol Aguila Bettancourt.

La primera película en inglés del premiado director chileno Sebastián Lelio (Oscar a la Mejor Película Extranjera por Una Mujer Fantástica), vuelve a poner en el centro de la historia a personajes que suelen estar en los márgenes: primero fue una mujer de 58 años con “Gloria”, luego una mujer transexual (protagonizada por Daniela Vega, que se volvió un ícono mundial de la diversidad sexual tras la obtención del Oscar, incluso reactivando a nivel local el proyecto de ley de identidad de género) y en Desobediencia, su última y esperada entrega, dos mujeres lesbianas viven un amor prohibido en una comunidad judía ortodoxa del norte de Londres.

Aunque es una película por encargo que tiene innegables elementos del cine mainstream(una adaptación de la novela del mismo nombre), en su salto a las grandes ligas, los nuevos presupuestos y masiva distribución tras el impacto cinematográfico (y sobre todo cultural) que significó “Una Mujer Fantástica” Lelio mantiene en Desobediencia no sólo su apuesta por el protagonismo de mujeres, sino su interés por abordar temas “incómodos” para el conservadurismo, la malentendida tradición y los dogmas, en este caso religiosos. 

Lelio ha forjado su identidad como cineasta en la capacidad de hacer retratos femeninos complejos, que en el caso de la pareja de lesbianas suma a las dificultades y discriminaciones que sufre la diversidad sexual, un contexto extremadamente conservador y restrictivo, que llega a delimitar cuándo los matrimonios deben tener relaciones sexuales o la negativa de que una mujer abrace a un hombre que no es su pareja. 

La particularidad de la psicología femenina es retratada con naturalidad por Lelio, construyendo una forma fluida de relación entre las mujeres desde el compañerismo y la ternura, donde el poder queda disipado frente a la libertad de explorar. El director chileno ha reconocido que siente una “atracción irracional” por las mujeres rebeldes retratadas en sus cintas (Gloria, Marina, Ronit), las que ejercen el derecho a salirse de la norma y que han pagado un precio por hacerlo. Su obra ha estado cruzada por la eterna tensión entre la ley y el deseo, el deber ser y el sentir, y habla sobre las épicas individuales, las exploraciones de sus personajes y los micromundos que tienen la capacidad de revelar el sistema completo.

Ronit (Rachel Weisz) es una fotógrafa treintañera que después de muchos años vuelve a Londres desde Nueva York al funeral de su padre, un rabino que -luego se enterará- la desheredó y que fue quien la sorprendió con Esti (Rachel McAdams), la mujer con la que tuvo un amor de juventud y con la que se reencuentra cuando ella está casada con Dovid, el heredero natural en la comunidad espiritual del rabino fallecido. 

Las palabras de un tío de Ronit, que cree que debe ser muy duro para ella que su padre no la haya perdonado, hablan de los prejuicios que la comunidad judía ortodoxa no disimula; y la respuesta de Ronit –“¿Quién debe perdonar a quién?”-, de su arrojo, desobediencia y reivindicación.

Ronit es tan neoyorkina y Esti tan religiosa, como bromea la primera con la segunda al verla vestida de negro, con la falda debajo de la rodilla y una peluca de pelo liso oscuro que usan las mujeres judías ortodoxas porque no les está permitido mostrar su cabellera en público y que Ronit compra y usa a ratos para jugar a ser aceptada por la comunidad. “¿Por qué te casaste y no sólo huiste?”, le pregunta la mujer liberal a la ortodoxa. “Porque el rabino creía que el matrimonio me podía ´curar´”, responde Esti. La homosexualidad como enfermedad que la autoridad religiosa, que era el padre de Ronit, pretendía ´rectificar´.

La bullada escena de sexo que Weisz como actriz realizó y que como productora de la película (fue ella la que eligió al director chileno para el proyecto y tiene en carpeta otras seis películas centradas en mujeres) acordó con Lelio editar para no concentrar demasiado la atención en los orgasmos de ambas mujeres y en una visión masculina, justifica su intensidad en el rol clave de la consumación del amor reprimido y recordado por años: está centrada en los rostros de placer de las mujeres más que en su desnudez, con mucha saliva (incluso una escupe en la boca de la otra) y humedad. 

La especificidad del gesto en el sexo entre las mujeres encuentra en Desobediencia una expresión intensa, audaz, cuidada, más suave que en una relación heterosexual e innovadora para los cánones cinematográficos tradicionales. Esta escena es considera esencial por Lelio y Weisz, porque la historia de represión lleva a ese momento y, en el caso de Esti, no sólo alcanza el placer sexual que con su marido no tiene, sino que conquista la libertad a un nivel espiritual. Para Lelio la escena de sexo lésbico es tan relevante como el clímax en la sinagoga, donde mujeres y hombres deben sentarse separados, que tiene una alta carga emocional. 

Para construir al personaje, la actriz británica de padre judío y madre católica convertida al judaísmo leyó un ciclo de novelas de ficción de los años 50 llamado “The Beebo Brinker Chronicles”, de Ann Bannon, que incluye una historia de una profesora de lingüística lesbiana que vivía en un matrimonio heterosexual (como Esti), y la novela lesbiana francesa “The Illusionist” de Francoise Mallet-Joris, sobre una chica que tiene una historia de amor con la amante de su padre mayor que ella. 

El triángulo y la transgresión

Ronit, Esti y Dovid eran un trío de amigos inseparables cuando pequeños y que luego enfrentarán como tal  –un triángulo- la convulsionada vuelta de la newyorkina a una comunidad que se incomoda con su opción de no tener hijos y de no haberse quedado en una cultura excesivamente celosa de sus tradiciones, donde las parejas casadas sólo tienen sexo los viernes y –en audaces palabras de Esti- las mujeres desaparecen cuando se casan, además de perder su apellido. 

El explosivo reencuentro de las dos mujeres treinteañeras no sólo trastoca y revuelve sus vidas, sino la de Dovid que desde los 13 años se convirtió en aprendiz del padre de Ronit y se prepara para sucederlo como rabino de su cerrada comunidad. El que la autora de la novela en que está basada la película, Naomi Aldermann, haya sido miembro de una comunidad judía ortodoxa británica se nota no sólo en su conocimiento desde dentro del gueto o en la forma de salir de ese reducto, sino en su mirada cariñosa sobre el vínculo entre los tres personajes y a la reacción que le da al nobel rabino.

Aunque el primer tercio de la película se hace un tanto lento a la espera del intenso ritmo que toma el desarrollo de la relación entre las dos mujeres, Desobediencia incomoda al dogmatismo y eleva al amor (más allá del género de quienes lo sienten) por sobre los tabúes y convenciones, situando en el centro de la narrativa a mujeres que desobedecen y transgreden los mandatos sociales y religiosos para expresarse y desplegarse en plenitud.

Ficha de Desobediencia.

Director: Sebastián Lelio.

Guion: Sebastián Lelio (Novela: Naomi Alderman).

Fotografía: Danny Cohen.

Elenco: Rachel Weisz, Rachel McAdams, Alessandro Nivola, David Olawale Ayinde,Mark Stobbart, Cara Horgan, Sophia Brown, Lasco Atkins, Bernardo Santos,Dominic Applewhite, Omri Rose, Liza Sadovy, Dave Simon, Trevor Allan Davies,Cristian Lazar.

Marisol Aguila