Reseña: Parasite y los espacios sociales de Bong Joon-ho

El 18 de octubre una supernova explotó en Santiago luego de varios días de evasiones en el Metro de la capital. Esa explosión liberó la rabia, frustración, ahogo en cientos, miles y millones de personas que a casi un mes de movilizaciones aún no termina de reventar. Dentro de las marchas, carteles, piedras y bailes, distintas expresiones artísticas y discursivas se han plasmado en las calles que buscan dar a entender todo lo que engloba el gran petitorio que conlleva la “dignidad”. Una de esas acciones callejeras fue la realizada por estudiantes de arquitectura el pasado 30 de octubre en la ex Plaza Italia.

Los aprendices llevaron sus planos y crítica a la vereda del epicentro movilizador. Armados de tizas, cintas, huinchas y tijeras, trazaron sobre el cemento las dimensiones reales de la “nueva tendencia urbana: los nanoviviendas”, espacios habitacionales de 17m2. Los dibujos fueron realizados a escala 1:1.

Esta acción tenía un fin crítico a la creciente y demoledora elevación de edificios de departamentos que se ha ido desarrollando en toda la cuenca capitalina y, por supuesto, provincial. La dignidad, o falta de ella, en menos de 20m2 a un costo por sobre los $50.000.000. El pensar el espacio y la falta de él es lo que terminó generando la necesidad de tomarse las calles para una mejor calidad de vida.

Dentro de esta protesta, el espacio es clave para entender los problemas que se gritan en las calles. La necesidad de sitio para muchos y el exceso de él que pueden pagar unos pocos.

En ese sentido, una de las películas más comentadas en todo el mundo durante este año, ganadora de la Palma de Oro del pasado Festival de Cannes, se introduce en los espacios de dos familias, de diferentes clases sociales, pero que terminan por compartirlos. Es así como Parasite del surcoreano Bong Joon-ho puede darnos ideas de los límites de anchura y altura, y cómo los personajes se ven afectados por ellos.

En Parasite, los Kim Ki son una familia de clase media baja que vive, literalmente, bajo tierra, como muestra el primer plano del filme. A través de la historia, y gracias a la viveza de cada uno de los integrantes, logran introducirse en el núcleo de Park Dong-in, exitoso empresario que vive junto a su estilizada, dulce y amable esposa Park Yeon-kyo, su hija adolescente y el menor hiperquinético fanático de los indios americanos. Una familia en las antípodas sociales de los Kim Ki: ricos, cómodos, de barrio alto, habitando en una casa que le sobra tanto espacio como privilegios, diseñada por un reconocido arquitecto.

Kim Ki-woo es el primer parásito en ingresar a la casa de los adinerados Park, gracias a un exitoso amigo (bien vestido, motorizado, vigoroso) que hasta entonces impartía clases particulares de inglés a la hija mayor de los Park. Kim ahora tomará ese rol.

En este primer ingreso se divisa la mirada crítica del director hacia la idea del éxito en la sociedad capitalista. Tanto Kim como su familia anhelan todo lo que el generoso amigo de bien representa: el acceso. A través de él encuentran la escalera que les permite subir a una nueva y, desde una mirada capitalista, mejor situación.

Poco a poco, el grupo familiar de Kim, comienza a parasitar. Su hermana, Kim Ki-jung será la “sicóloga de arte” del más pequeño que parece ser una reencarnación de Basquiat. Luego llegan el padre, Kim Ki-taek, como el chofer de la familia, y por último la madre, la que será una especie de ama de llaves.

Ya con toda la familia instalada en el hogar de los acomodados Park, los Kim se encuentran con las amplias comodidades que les entrega la casa. Una escena los muestra disfrutando una velada relajada en el living, deleitándose con whisky casero y snack que siempre hay. Se acomodan, se mimetizan con su nuevo estatus: relajados, a sus anchas, riendo, gritando, discutiendo. También son egoístas y soberbios. Como si la magnitud de los metros cuadrados los moviera por rincones de la individualidad que no habían explorado. “Si tuviera todo este dinero, también sería amable” exclama la madre de los Kim. La holgura que da la comodidad, les abre puertas a lugares que no conocían.

Esto se coloca en paralelo a cómo se mueven en su propio hogar, el que está bajo la línea de la calle (pobreza). En esta humilde morada, hay sólo living comedor sala de estar, en el mismo metro cuadrado. La ventana al mundo es hacia un espacio donde los borrachos callejeros vomitan, orinan y ensucian, mientras que el gran ventanal de los Park da hacia un enorme, verde y muy bien cuidado patio trasero. No hay exterior, no hay gente, sólo un oasis.

En Parasite, los personajes se mueven entre los límites de sus clases sociales. De abajo hacia arriba. En lo alto, se desplazan en la extensión de lo ancho del plano; en lo bajo, los espacios no les permiten más que dar unos pasos y estar sentados. Es como una pirámide invertida, como el símbolo del Wi-fi, eso que buscan incansablemente en la primera escena de la película. Que claro, está hacia arriba.

Memories of Murder, Snowpiercer y Okja

Pero no sólo en Parasite Bon Joon-ho explora la coexistencia de las clases sociales. Los pobres con los ricos, los buenos con los malos, desde un punto de vista binario. Su exploración también está presente en algunos de sus filmes más importantes.

En la formidable Memories of Murder, una seguidilla de crímenes sin resolver se dan al interior de un pequeño pueblo surcoreano, todo en medio de una dictadura. En una zanja, a un costado de un campo, el cuerpo de una adolescente yace repleta de insectos hasta que es encontrado por el detective del lugar. Sólo con la llegada de un agente capitalino pueden dar con las pistas del autor criminal, pero nunca con las pruebas suficientes para su culpabilidad. El final de la obra, quizás uno de los cierres más fulminantes de un policíaco, sentencia que tanto lo bueno y lo malo no tienen un rostro determinado: en la escena, una pequeña niña le dice al detective que nunca pudo encontrar al asesino que éste “se veía como usted, como un hombre normal”.

Si hay un filme que puede tomarse como el primer acercamiento concreto a la crítica social, al sistema y sus dolencias, es Snowpiercer. Un tren en movimiento que recorre todo un planeta  tierra cubierto en su totalidad de nieve. Nueva Glaciación. Al interior del tren, la poca humanidad que sobrevive, está distribuida desde los más desahuciados, pobres y discriminados en los últimos vagones, hacia los más acomodados, educados y con acceso a diferentes placeres, que se encuentran más cercanos a los primeros vagones. En el primero, se alberga habita el dueño del ferrocarril y el motor que impulsa la gran máquina. La pirámide social.

Si forzamos un poco el ojo, Okja también presenta elementos sociales-espaciales. Lucy Mirando ve desde lo alto de su multinacional Mirando Corp. a los manifestantes que luchan contra el maltrato animal que su empresa provoca a los megacerdos que “alimentarían a todo el mundo”. Altas y anchas oficinas gubernamentales, contrapuestas con las pequeñas casas de la niña protagonista y los campos donde, estrechamente, pastan los cerdos.

En el climax de Parasite, lleno de violencia, sangre y muerte, dentro de un contexto de aparente tranquilidad, el padre de los Kim se ve forzado a volver a un espacio estrecho de subsuelo. Pasan los años hasta que logra salir, se abre una puerta para volver a caminar a lo largo y ancho de un nuevo espacio, amplio y tranquilo, gracias a la voluntad, constancia y sacrificio de su hijo. Un abrazo cálido, en el mismo lugar donde hubo sangre y desesperanza, ahora los llena de metros cuadrados para vivir.

AleAravena

Publicista porque quería hacer comerciales ya que era lo más cerca a hacer cine, sin estudiarlo y morir de hambre.